El trastorno del espectro del autismo (TEA) es un trastorno neuropsiquiátrico permanente que se caracteriza por las dificultades de interacción social del paciente, el aislamiento en sí mismo con la consiguiente falta de reacción ante estímulos, y los patrones de conducta repetitivos y restringidos. Por lo general se considera que el autismo no es una enfermedad, sino un trastorno del desarrollo que se manifiesta en la infancia.
Las causas que provocan el autismo son desconocidas, aunque se investiga con fuerza la incidencia de factores genéticos y medioambientales. Una peculiaridad de este trastorno es que es hasta cuatro veces más frecuente en hombres que en mujeres. Aunque tampoco se sabe a ciencia cierta a que se debe esta gran diferencia.
En España se estima que una de cada 150 personas desarrolla el trastorno del espectro del autismo. El autismo en un niño se puede detectar a través de diversas señales:
– No responde cuando le llaman por su nombre.
– Manifiesta un retraso en el desarrollo del habla.
– No muestra ninguna empatía.
– Evita el contacto visual y prefiere estar solo.
– Repite palabras o frases.
Los síntomas del autismo están relacionados con la comunicación y la interacción social.
Un niño autista tiene dificultades para iniciar o mantener una conversación, es posible que opte por comunicarse mediante gestos en vez de mediante palabras. En ocasiones carece de empatía y no responde a las sonrisas ni al contacto visual. Presenta un aumento o una disminución en las capacidades sensoriales, lo cual puede hacer que se tape los oídos ante ruidos normales, o que no se sobresalte ante ruidos fuertes. Tiene intereses limitados, muestra un apego inusual por determinados objetos, se ensimisma, y muestra una necesidad vital por la rutina y la monotonía, tanto es así que es normal que reaccione con agresividad ante cualquier cambio.
El autismo no tiene cura y tampoco tiene tratamientos de gran eficacia, es un trastorno que dura toda la vida. Sin embargo, es importante intervenir temprano para obtener mejoras significativas y favorecer el desarrollo de las habilidades cognoscitivas y de comunicación del paciente, pues de este modo pueden presentar una gran evolución en el futuro. Habitualmente, el trastorno suele diagnosticarse a la edad de tres años, a pesar de que a partir de los 18 meses de vida ya puede comenzar a sospecharse la existencia del mismo. Las últimas investigaciones revelan que el autismo tiene un más que posible origen prenatal. Con lo cual se termina de enterrar el falso mito de que el trastorno se debe a una falta de afecto maternal.
Al igual que este último, existen multitud de mitos surgidos a partir del desconocimiento que existe sobre el trastorno autista, como el de que un autista es incapaz de sentir y mostrar afecto, o el de que estos niños poseen una inteligencia superior. Los autistas presentan un nivel de inteligencia normal, si bien es cierto que por lo general poseen una gran memoria y se desenvuelven bien con los números.
El tratamiento para el autismo debe iniciarse a una edad temprana, pero hay que tener en cuenta que cada niño es diferente, por lo que el tratamiento debe ser específico según las necesidades de cada uno. En cualquier caso, está basado en las terapias conductuales, que proceden a mejorar capacidades como la de la comunicación y a cambiar los comportamientos complejos.
Por otro lado, algunos animales como los perros, los caballos o los delfines pueden ayudar a las personas autistas a desarrollar su capacidad de interacción social y a recuperar el contacto con su entorno. Los perros se adaptan con facilidad a las rutinas que requieren las personas con autismo y transmiten una gran afectuosidad. Por su parte, los caballos son tan sociables y tan empáticos que son capaces de percibir las limitaciones de los autistas. La equinoterapia permite mejorar el equilibrio, la concentración y la autoestima.
El objetivo primordial es conseguir que en un futuro el paciente de autismo pueda ser independiente y sea capaz de desempeñar un trabajo y mantener relaciones sociales y sentimentales. Es deseable que lleve una vida lo más normal posible, aunque en ocasiones necesite apoyos o necesite que el entorno se le adapte.
Como derecho reconocido, y a modo de ayuda, la persona que tiene el trastorno del espectro del autismo puede obtener un certificado de discapacidad o minusvalía, el cual debe solicitarse en el Centro Base perteneciente a la Consejería de Servicios Sociales de la Comunidad Autónoma que corresponda. Con este certificado se tendrá acceso a una serie de servicios especiales y beneficios que ayudarán aún más si cabe a conseguir la independencia de la persona con autismo.
Para poder gozar de dicho certificado, el paciente primero debe ser evaluado por un valorador del daño corporal que compruebe que al menos posee el grado mínimo de discapacidad que se requiere legalmente, que es del 33%.
¿Como obtener el certificado de discapacidad?.¿Tengo que ser evaluado por daño corporal?.
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